miércoles, 12 de febrero de 2014

Marinero del Hierro

Un viento gélido despierta.
Las luces junto a él ahuyenta.
Se avecina una tormenta,
que al valiente capitán tienta.

El muelle se alza vigoroso,
como un zar poderoso.
Los pasos, que retumban en un foso,
crean un ambiente borroso.

El testarudo, no piensa, actúa.
Desamarra a su fiel compañero,
así, dispone sin dilación su fiero navegar certero.
Y todo oscurece, mientras el destino fluctúa.

En órbita con la nada,
navega sin parada,
buscando con la mirada,
una señal despiadada.

Atraviesa cordilleras,
que caen en lluvia de estrellas.
Hacedoras de miedos y borracheras,
cultivan su odio a arduas quimeras.

Mareas y mareas habían perecido,
cuando llegó a un lugar cercano.
Con resignación ató a su hermano,
y deambuló en tierras que se le habían aparecido.

Rememoró su lugar tenebroso,
donde tanto tiempo había sido calamitoso.
Y espantado, recordó el olor correoso,
de un vacío portentoso.

El camino que en un pasado,
había sido usualmente añorado,
ahora quemaba cada lado,
de su mísero faro nevado.




El momento de su liberación,
esperó en un inmenso cajón,
que lentamente caía,
junto a los minuteros, día a día.

Amaneceres encallados en pesares,
susurran cuando vuelve a sentir los mares.
Sus hombros, ya desgastados,
aguantan demasiado cincelados.

Su fobia lo persigue,
cuando la locura decide,
que su recuerdo lo asfixie,
y lo transforme en una efigie.

Quien antes fuera su dama,
la cual le sirvió como gran espada,
llegó a ser su tormento,
y por ella, el mar quedó en silencio.

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